Luis de Riaño nació en 1596, fue pintor, dorador y escultor.
Hijo del
capitán español Juan de Riaño y de Ana de Cáceres. En 1611 ingresó al taller de
Angelino Medoro, para aprender el oficio
durante seis años. Se trasladó ya formado al Cusco, en torno a 1620, en esa
ciudad y sus alrededores desarrolló el resto de su carrera artística.
Como todos
los pintores de su generación, Riaño reitera las fórmulas recibidas de su
maestro con un estilo arcaizante que incorpora, sin embargo, insólitos toques
de verismo. Una de las primeras obras firmadas de Riaño parece ser el lienzo de
la Inmaculada que realizó para la recolección franciscana, en la que recrea una
conocida composición de Medoro y le incorpora retratos de figuras infantiles a
manera de ángeles, quizá los hijos del artista, que contrastan con los
angelillos convencionales dentro del mismo cuadro.
En el período
1626-1630 trabajó en la doctrina de Andahualillas, por encargo de su célebre
párroco Juan Pérez de Bocanegra. Allí realizó los lienzos del Bautismo de
Cristo, San Miguel Arcángel y la Ascensión, así como una serie de escenas de la
vida de San Pedro y San Pablo.
Son obras en
las que se manifiesta un marcado énfasis gráfico y plano de la imaginería
religiosa —manifiesto además en el gusto por los diseños “grutesco”—, combinado
con una gran riqueza cromática. Para otro pueblo indígena, Huaro, Riaño
realizaba en 1634 la decoración pictórica y escultórica de un retablo trabajado
en blanco por el famoso ensamblador Martín de Torres. En 1638 estaba nuevamente
en la ciudad del Cuzco, ejecutando las pinturas del retablo y la capilla mayor
de la iglesia monacal de Santa Clara que comprenden una Inmaculada y veintidós
cuadros de Cristo, la Virgen y diversos santos. Su faceta de escultor
reaparecerá en 1643, al contratar para el templo de Urcos la colocación en el
retablo mayor de “dos niños de bulto y tres virtudes de Fe, Esperanza y
Caridad”.
Su trabajo en
estas reducciones indígenas dejaría profunda huella en el arte lugareño por
obra de pintores como el muralista Diego Cusi Guamán, cercano seguidor suyo.
Sólo se vuelve a tener noticias de él en 1667, tal vez poco antes de morir,
cuando es reclamada una deuda con Pedro Avilés, funcionario del Santo Oficio,
lo que sugiere las dificultades económicas pasadas por Riaño durante los
últimos años de su vida.
- Entre los más importantes se encuentran:
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