Un hecho
ocurrido a fines del siglo XVII, resultó decisivo para el rumbo que tomó la
pintura cuzqueña. En 1688, luego de permanentes conflictos, se produce una
ruptura en el gremio de pintores que termina con el apartamiento de los
pintores indios y mestizos. Según ellos, debidos a la explotación que eran
objeto por parte de sus colegas españoles. A partir de este momento, libres de
las imposiciones del gremio, los artistas indios y mestizos se guían por su
propia sensibilidad y trasladan al lienzo su mentalidad y su manera de concebir
el mundo. Este ambiente cusqueño es denominado Renacimiento Inca (Stastny,
1982), consecuencia, entre otros factores, de la lectura de la obra "Los
comentarios reales de los Incas" de Garcilazo de la Vega y un espíritu
nacionalista de reincorporación de elementos incaicos (Rowe).
Otros,
especulan que la pintura cusqueña es la consecuencia de una casta indígena
colonial que buscó retornar a sus antiguos privilegios sociales ( O'Phelan,
2005).
En cualquier
caso, estamos ante un mecanismo ideológico de gran importancia artística a
fines del siglo XVII y para casi todo el siglo XVIII.
Una de las
obras más significativas en este contexto es "La serie del Corpus
Christi", obra probablemente de uno de los seguidores de Basilio Santa
Cruz que fue realizada para la parroquia de Santa Ana . "Es una imagen
ideal de la sociedad de su tiempo, un ambicioso programa iconográfico que
abarca retratos corporativos, panorámicas urbanas, alegorías religiosas y
argumentaciones políticas" (Wuffarden, 2004). Puede ser interpretado como
la sociedad cusqueña plenamente incorporada a la cristiandad y como triunfo del
proyecto religioso de la corona española (Dean) o como la resistencia cultural
de los indígenas descendientes del Incanato.
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