VII. La escuela cusqueña

Cuando se visita Cusco, algo que llama poderosamente la atención de los visitantes son las hermosas piezas de arte en las iglesias, monasterios, conventos, casonas antiguas y museos.

Además de hermosas esculturas, se aprecian cuadros que representan pasajes de la vida religiosa y muestran personajes sagrados con una apariencia diferente a los de la pintura occidental, que no es otra cosa que una versión Andina del Barroco con fuerte influencia flamenca.

Este movimiento artístico surge de la producción artística de pintores Cusqueños, influenciados por las obras del Padre Jesuita Bernardo Bitti (1548 – 1610), discípulo de Miguel Ángel, Mateo Pérez de Alessio (1547-1631) y Angelino Medoro (1565-1632).

Con la llegada de los españoles, la producción artística indígena sufrió importantes cambios. En los primeros años de la colonia, los españoles encontraron dificultad para catequizar a los indígenas en su lengua nativa por lo que recurrieron a las imágenes.

La primera escuela de pintura se instauró en Lima, pero poco tiempo después la Escuela Cusqueña cobró un papel de gran importancia en las artes de la época. El legado de la Escuela Cusqueña está basado en el sincretismo impreso en sus imágenes que hoy representan parte de nuestra identidad como peruanos.

Para los siglos XVII y XVIII, la ya denominada Escuela Cusqueña era una tradición artística, resultado de la confluencia de dos corrientes poderosas; la tradición artística occidental y el afán de los pintores indios y mestizos de expresar su realidad y su visión al mundo.

Algunos de los lienzos mas representativos de la Escuela Cusqueña son: Las Lágrimas de San Pedro, La Oración en el Huerto (ubicadas en el Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú, ubicado en Lima), Virgen con el Niño y la Coronación de la Virgen.

Las lágrimas de San Pedro. 1700. Giordano, Luca. Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú.

El artista más representativo de la Escuela Cusqueña fue DIEGO QUISPE TITO (1611 – 1681), nacido en la parroquia de San Sebastián, de la ciudad de Cusco en 1611 y activo hasta casi finalizar el siglo XVI. En sus obras se observa cierta libertad en el manejo de la perspectiva, un protagonismo antes desconocido del paisaje y la abundancia de aves en frondosos árboles.

San Ambrosio, Diego Quispe Tito, Iglesia de San Sebastián.

Las aves sobre todo el papagayo selvático es interpretado por muchos investigadores como un signo secreto que representa la resistencia andina. Algunas de las obras artísticas de Diego Quispe Tito son: La Visión de la Cruz, La Alegoría de la Redención, El Juicio Final y La Serie del Zodiaco.

Otro gran exponente de esta corriente artística fue BASILIO DE SANTA CRUZ PUMACALLO (1661 – 1700), de origen Quechua, muy conocido por su apellido Quechua: Pumacallo.

Su pintura se caracteriza por tener una composición dinámica, decorativa y de grandes dimensiones. El estilo de Basilio de Santa Cruz es muy diferente al estilo de Diego Quispe Tito. Algunas de sus principales obras artísticas fueron: El Nacimiento de San Francisco y La Virgen de Belén.

Nacimiento de San Francsico, Basilio de Santa Cruz Pumacallao, Convento San Francisco.

Desde inicios del siglo XVIII la Escuela Cusqueña se convirtió en una de las producciones emblemáticas del virreinato. Su fama llegó a extenderse desde el norte del Perú hasta Buenos Aires y Santiago de Chile, lo que generó la creación de grandes talleres, en los que a diferencia del periodo anterior marcado por la fama de los principales maestros de la época, predomina el anonimato, al tiempo que la pintura tiende a identificarse genéricamente como obra indígena.

 

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